EL ARTE DE LA LIBERTAD / YANÍN ELIZALDE
[JUEVES 25 DE JUNIO, 2009]
Del día en el que hasta Indiana Jones vió un Performance
Hay Los Simpson en el que Homero se vuelve astronauta, mientras resolvía el problema de las papitas rompió un hormiguero. Cuando las hormigas flotaban en gravedad cero a lo largo de la nave, los subtítulos indicaban la angustia “Libertad, horrible libertad”. Yanin Elizalde tuvo sus homeros, pero región cuatro, en su performance El arte de la libertad.
Al llegar y encontrar sólo una cabeza en medio del patio de la periferia, sólo se me ocurrió que sería una especie de tributo a aquellos doce decapitados caídos en batalla. Ella no me vio entrar, yo realmente tenía intenciones de ir al baño, pero la curiosidad pudo más que mi prudencia y me fui ver el performance antes que el resto del público.
En el patio de La Periferia había un pib-performance de cuerpo entero. Yanin sólo tenía afuera la cabeza para respirar. Mario Pineda dejó pasar a toda la demás gente . Algunos esperaban que Yanin comenzara a mover la tierra para salirse. Otros no esperaban nada. Algunos, más emocionados que otros, querían acercarse para saber qué pasaba, a lo mejor había algún artículo con el cuál aderezar el performance, o para echarle algo en la cabeza a la artista. Cualquier cosa podía esperarse, hasta que del techo cayera un zombi y tocara canciones noise.
Un tipo dijo en voz baja, pero no tan baja como para que no se escuchara, “¿tributo a Michael Jackson?”. El arte de la libertad fue inactividad estética. El acto estético fue libre hasta donde los asistentes desearon, y muchos quisieron ser liberados de ver qué más iba a pasar. El público comenzó a salir, algunos con decepcionados, otros con cara de quien ve un performance y no entiende. Esos abundan en todos los performances.
Yanin seguía con la tierra hasta el cuello. La costra café subía y bajaba al ritmo de la respiración. Después de un rato aparecieron aquellos homeros. Les salió el Indiana Jones en busca del performance perdido. Se ensuciaron las manos. Desenterraron el performance. A ver si había algo bajo la tierra. Se decepcionaron. Sacaron a Yanin del hoyo y un par de ellos intentó cargarla. Yanin era un trapo. La libertad y el encanto del vuelo abstracto están en lo innecesario del aleteo. Una vez en el suelo de concreto, la gente aplaudió, el performance no había terminado para todos.
Una mujer propuso técnicas de reanimación Baywatch, el sujeto más parecido a David Hasselhoff intentaría levantarla con un beso. Se abstuvo porque cayó en la cuenta de que estaba en un performance y no en una película de Disney. También intentaron cantar para levantarla y no funcionó. Otras personas creyeron que era un performance a la Green Peace y quisieron echarle agua para revivirla, como si se tratara de una alegoría vegetal. Nada funcionó pero todo funcionó. La luz se apagó.
Cada quién hizo un papalote del performance. Tal vez ese sea el arte de la libertad.
Hay Los Simpson en el que Homero se vuelve astronauta, mientras resolvía el problema de las papitas rompió un hormiguero. Cuando las hormigas flotaban en gravedad cero a lo largo de la nave, los subtítulos indicaban la angustia “Libertad, horrible libertad”. Yanin Elizalde tuvo sus homeros, pero región cuatro, en su performance El arte de la libertad.
Al llegar y encontrar sólo una cabeza en medio del patio de la periferia, sólo se me ocurrió que sería una especie de tributo a aquellos doce decapitados caídos en batalla. Ella no me vio entrar, yo realmente tenía intenciones de ir al baño, pero la curiosidad pudo más que mi prudencia y me fui ver el performance antes que el resto del público.
En el patio de La Periferia había un pib-performance de cuerpo entero. Yanin sólo tenía afuera la cabeza para respirar. Mario Pineda dejó pasar a toda la demás gente . Algunos esperaban que Yanin comenzara a mover la tierra para salirse. Otros no esperaban nada. Algunos, más emocionados que otros, querían acercarse para saber qué pasaba, a lo mejor había algún artículo con el cuál aderezar el performance, o para echarle algo en la cabeza a la artista. Cualquier cosa podía esperarse, hasta que del techo cayera un zombi y tocara canciones noise.
Un tipo dijo en voz baja, pero no tan baja como para que no se escuchara, “¿tributo a Michael Jackson?”. El arte de la libertad fue inactividad estética. El acto estético fue libre hasta donde los asistentes desearon, y muchos quisieron ser liberados de ver qué más iba a pasar. El público comenzó a salir, algunos con decepcionados, otros con cara de quien ve un performance y no entiende. Esos abundan en todos los performances.
Yanin seguía con la tierra hasta el cuello. La costra café subía y bajaba al ritmo de la respiración. Después de un rato aparecieron aquellos homeros. Les salió el Indiana Jones en busca del performance perdido. Se ensuciaron las manos. Desenterraron el performance. A ver si había algo bajo la tierra. Se decepcionaron. Sacaron a Yanin del hoyo y un par de ellos intentó cargarla. Yanin era un trapo. La libertad y el encanto del vuelo abstracto están en lo innecesario del aleteo. Una vez en el suelo de concreto, la gente aplaudió, el performance no había terminado para todos.
Una mujer propuso técnicas de reanimación Baywatch, el sujeto más parecido a David Hasselhoff intentaría levantarla con un beso. Se abstuvo porque cayó en la cuenta de que estaba en un performance y no en una película de Disney. También intentaron cantar para levantarla y no funcionó. Otras personas creyeron que era un performance a la Green Peace y quisieron echarle agua para revivirla, como si se tratara de una alegoría vegetal. Nada funcionó pero todo funcionó. La luz se apagó.
Cada quién hizo un papalote del performance. Tal vez ese sea el arte de la libertad.
Isaac Ventura-Rivero